Es común escuchar personas quejarse por que una empresa tal o una cual le “acosa” con llamadas para ofrecerle ciertos productos.  ¿Cómo obtuvieron nuestro número?, ¿Cómo obtuvieron mi capacidad de pago?, ¿Cómo llegaron a la idea de lo que yo requiero?.

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La normativa mundial, así como la costarricense mediante la Ley 8968, reconocen el derecho fundamental de cada individuo de proteger su personalidad y su identidad, por medio de la autodeterminación informativa, lo que implica el derecho de cada individuo a controlar su información, así como con instituciones y entidades dedicadas a hacer cumplir dichas disposiciones.

Alvin Toffler en su libro “La Tercera Ola” proyectaba y se imaginaba este mundo post- industrial donde el individualismo y la información llevaría a los sectores a buscar productos más individualizados; en esta situación la información es poder, dicha proyección es nuestra realidad. Todos queremos que los productos se ajusten a nuestras necesidades individuales y para esto, proporcionamos información vital, que será utilizada, de manera incorrecta y abusiva, a veces sin saberlo.

No se puede negar que quien conoce y sabe, tiene el poder, en esta época donde estamos en miles de bases de datos: bancarias, redes sociales, tarjetas de supermercado y otras en las que accedemos a entregar nuestra información, pero en el día a día, a quién le damos poder sobre nosotros. ¿Cómo por medio de un “clic” aceptamos que una red social obtenga nuestra información y de nuestros contactos?, ¿Somos acaso nosotros los que hemos de manera voluntaria perdido control sobre nuestra autodeterminación?.

Los esfuerzos de los legisladores se dirigen a protegernos, mediante nuestra autodeterminación, y cada día cedemos ese poder. Nunca le prestamos atención a las políticas de privacidad, ingresamos a rifas, físicas y virtuales entregándole a los extraños el poder a nuestra intimidad, a conocer nuestro ingreso, estado civil, cantidad de hijos, mascotas etc. Información a la que tienen acceso sus empleados, subsidiarias, empresas parte del grupo y sus empleados.

Si nos planteamos; ¿Cómo puede obtener alguien mi información legalmente y venderla?, ¿cómo nadie nos protege?. La respuesta es que no leemos las políticas de privacidad. No sabemos que hace el sitio, persona o empresa con nuestra información, por lo que en el ámbito de nuestra autodeterminación hemos aceptado que se utilice nuestra intimidad de forma indiscriminada.

Así, mientras la Unión Europea mediante regulación ha logrado que Google, mediante solicitud de la persona, retire la información de quien así lo requiera y la que la persona requiera, borrando su huella digital; y existen empresas como TRUSTe que verifican que las empresas cumplan con el deber de protección de la información personal, como individuos no hemos aceptado nuestra responsabilidad de proteger nuestra información personal.

Recobrar el poder, es fácil, requiere leer, cambiar los ajustes de nuestras redes sociales, compartir lo necesario y preguntar que van a hacer con la información la próxima vez que alguien me la solicite para ganarme un carro en un Mall. Exigir mejores controles y hacer valer la ley. Sólo de esta manera es posible recuperar el poder y determinar lo que sucederá con mi información personal de manera que cuando nos llamen, sabremos por qué, cómo y quién.