Por: Alexandra Haeussler
El 25 de septiembre del 2021 participe y completé por primera vez la competencia de triatlón en Cozumel México denominada Ironman 70.3. Esta competencia consiste en nadar en aguas abiertas (mar de Cozumel, Quintana Roo), 1.9 kilómetros, luego pedalear 90 kilómetros y para concluir, correr 21 kilómetros. La distancia está medida en millas y de allí deviene el nombre 70.3.
Me preparé durante aproximadamente 6 meses para dicha competencia, pues el esfuerzo físico y mental para poder concluir la misma es muy exigente, y requiere de disciplina, constancia, esfuerzo y compromiso. 6 de los 7 días de la semana había que entrenar 2 veces al día, pues las 3 disciplinas requieren de técnica y constancia para poder poner en práctica las 3 el mismo día.
La competencia fue muy dura, empezamos con un mar imprevisible en donde hubo mucha corriente. Para esta primera parte, los competidores cuentan con 1 hora 10 minutos máximo para nadar o de lo contrario son descalificados y no pueden ya seguir en la competencia.
Confieso que, de los 3 deportes, la natación es mi debilidad y lo que más ansiedad me genera. Sin embargo, en esta oportunidad, aunque iba muy nerviosa (mi primera competencia en mar), a los minutos de haber empezado fui agarrando mi propio ritmo y me concentré en no perder la calma y manejar mi respiración. Se sentía la corriente que dificultaba avanzar, pero la claridad del mar otorgaba seguridad y una sensación de tranquilidad que no lograba comprender. Al pasar los metros empecé a ver que “rebasaba” a personas que iban delante de mí y eso me dio mucha confianza. Logré visualizar las gradas de la salida y nadé un poquito más rápido. Salir tranquila del agua en 50 minutos, sin estar agotada fue para mí una inyección de energía increíble.
Tocaba la bicicleta, lo que más me gusta. Empecé la travesía de pedalear por la costa 90 kilómetros. El sol estaba ya fuerte. Mi reloj se desconfiguró y no podía ver ni la distancia recorrida ni la velocidad por kilómetro… únicamente el tiempo, así que me toco respirar y aceptar que debía pedalear en base a sensación, pero decidida a disfrutarme el recorrido y guardar piernas pues luego de esas 3 horas en bicicleta aún faltaría correr bajo un intenso sol 21 kilómetros. Aproveche ese momento y agradecí infinitamente a Dios por la oportunidad de poder tener mis 2 piernas, poder hacer ejercicio, tener un trabajo que me permitiera poder participar en una competencia en un lugar distinto a mi país y sobre todo, haberme cumplido a mí misma, que si era capaz y podía ser un ironman (algo que por años creía imposible).
Me felicité a mí misma en cuanto al manejo del tiempo para entrenar. Sabía que cada madrugada, cada sacrificio y hacer un balance en todo había válido la pena. 3 horas 5 minutos después había concluido la bicicleta; empiezo a correr y desde el inicio sabía que sería muy duro. Mi reloj marcaba que la temperatura estaba a 40 grados y el sol literalmente quemaba mi piel…me costaba respirar. En el kilómetro 12 (faltando aún 9) me dio golpe de calor y no podía seguir corriendo, así que luego de tratar de nivelarme con hielo decidí, aunque sea caminar, pero terminar… y así lo hice. Caminé casi 9 kilómetros, pues ya tenía muchos calambres por la deshidratación y el calor. Finalmente, visualice la meta y mi corazón se llenó de alegría y satisfacción, había conseguido cumplir el reto y ahora era una IRONMAN (o woman). Hice 1 hora más en tiempo de lo que creía podría hacer, pero concluí y me probé que lo que lo que nos proponemos se puede lograr. El cielo es el límite.